Tiene casi 30 años, pero las ideas que recoge Xurxo Torres en este artículo están totalmente vigentes y os viene bien para preparar los diarios de las prácticas que tendréis que realizar el año que viene.
El diario escolar

Jurjo Torres Santomé
Cuadernos de
Pedagogía. Nº 142 (1986), págs. 52 – 55
Reflexión sobre el valor del diario escolar en la EGB. El
diario escolar constituye una herramienta de gran utilidad para analizar la
vida del aula y favorece la actitud reflexiva e investigadora del profesor. El
diario se convierte en un instrumento de investigación que posibilita el
abandono de las acciones robotizados y rutinarias en el aula. La fotografía
puede constituir un recurso excepcional.
EGB, investigación
Hasta no hace mucho
tiempo la única forma de saber y comprender lo que sucedía en las aulas se
basaba primordialmente en los datos que obtenían los investigadores y
evaluadores, externos y ajenos a esa aula concreta, a partir de las
informaciones que proporcionaban los tests, cuestionarios y exámenes.
La influencia de la
filosofía positivista y de la psicología conductista en la investigación
educativa trajo como consecuencia que sólo se considerasen y tuviesen en cuenta
las conductas directamente observables; conductas que, además, se interpretaban
de forma aislada, sin preocuparse adecuadamente del contexto en el que se
producían, de su historia y de su génesis.
Frente a este modelo ya
caduco de análisis de la vida del aula, surge toda una metodología naturalista
de investigación que no se preocupa sólo de las conductas aisladas en
categorías sino que trata de entender el comportamiento de forma holística,
procurando captar y comprender lo que allí sucede teniendo en cuenta el punto
de vista de los actores, alumnos y profesores, e incluso, cuando, es posible,
de observadores externos o neutrales.
PARA COMPRENDER LO QUE
SUCEDE EN EL AULA
Los diarios escolares
del profesor pasan así a ser no únicamente algo primordial para comprender lo
que sucede en las clases sino también un medio de investigación del propio
profesor. Éste se convierte en un elemento activo en la toma de decisiones
acerca de lo que es importante o no en el aula, dejando de ser una persona que
permanentemente está en peligro de caer en la rutina. En definitiva, para dejar
de hacer «lo que siempre se hizo».
Cuando las rutinas se
convierten en dueñas de nuestro comportamiento la realidad también se percibe
como no problemática. De este modo, las cotidianidades encaminan nuestra
conducta en una única dirección frente a las otras muchas que teórica y
prácticamente son posibles. Solemos olvidar con demasiada frecuencia que la
práctica actual que llevamos a cabo en el aula es sólo una de entre las otras
muchas alternativas posibles; alternativas que no solemos ni siquiera
plantearnos.
El diario escolar se
convierte así en un valioso instrumento que posibilita el abandono de las
acciones robotizadas y rutinarias en el aula como pauta primordial de conducta.
Al mismo tiempo, permite la aparición de la acción reflexiva y la potenciación
de la capacidad de los docentes como generadores de conocimiento profesional,
verdadera característica de la figura del profesor como investigador en el
aula o profesor crítico.
El profesor como
investigador no necesita ya moverse dentro de las coordenadas de acción que
otros le «dictan» como deseables o convenientes y que él acata sumisamente sin
cuestionarse, contribuyendo así a su desprofesionalización.
Una política de
formación del profesorado y unas condiciones laborales tendentes a
desprofesionalizar son los principales recursos que utilizan los gobiernos y
grupos de poder no democráticos para facilitarse el control y manipulación del
aula. Los profesores, en un modelo similar al descrito, sin participación en la
definición y análisis de los problemas y una auténtica colaboración de ellos mismos
en las propuestas de solución, buscarán una presunta «seguridad» personal en la
obediencia y sometimiento a las propuestas de políticos e «investigadores» al
margen de la dinámica real del aula. Por el contrario, el profesor critico,
auténtico profesional dueño de sus actos, asumirá lo que debe hacer a base de
contrastar su práctica cotidiana con otras prácticas y teorías educativas,
sociológicas y psicológicas.
El profesor aprende a
experimentar y a describir lo que es posible, lo que es deseable y el/los
porqués de todo ello. En este modelo, el eje de las preocupaciones principales
del profesor crítico ya no radican sólo en el «cómo» se deben o pueden
hacer cosas en el aula sino que también se centran en la necesidad de
preguntarse los «porqués».
Mediante la reflexión
constante, el docente se convierte en una persona de mente más abierta, que
somete permanentemente a contrastación critica cualquier comportamiento,
creencia o teoría, a la luz de las bases que la sustentan así como de las
consecuencias que conlleva. También pasa a ser consciente de la gran
responsabilidad de su labor profesional.
A través del diario
escolar del profesor, tanto él como sus compañeros de profesión logran adquirir
una mayor comprensión de la vida en ese nicho ecológico que es el aula.
Podremos así comprender la forma de pensar del docente, sus razones para obrar
como lo hace e interpretar lo que sucede en el aula.
Una condición necesaria
para la realización del diario escolar será la pérdida del miedo al ridículo
que los profesores a veces suelen padecer debido a las fuertes presiones de
políticas educativas desprofesionalizadoras y a la carga de desprestigio social
que en algunos ambientes aún sigue caracterizando este trabajo.
PARA AYUDAR A
REFLEXIONAR
Al igual que desde la
didáctica se viene revalorizando el valor del error de los alumnos como punto
de arranque que permite volver a reflexionar y reestructurar el conocimiento y
las destrezas existentes, así también los errores del profesor serán productivos.
Éste, al reconocer errores en diseños y desarrollo curriculares que efectúa y/o
en las teorías que los sustentan, se ve obligado a reflexionar y a buscar
hipótesis y soluciones alternativas, ya sea por sí mismo o, mejor, en
colaboración. No es casual que popularmente se diga que es analizando nuestros
errores como se realizan más progresos, y no parándose en los aciertos, aunque
también esto sea necesario, puesto que constituye un recurso valioso para
reforzar la autoconfianza y poder de esta manera hacer frente con más optimismo
a los próximos problemas.
Entender cómo los
profesores interpretan, realizan y evalúan la vida del aula es esencial tanto
para ellos mismos como para cualquier otro profesional interesado por las
cuestiones educativas.
La actividad reflexiva a
que obliga el diario escolar del docente facilita la labor de revisión
constante de sus propias teorías, suposiciones y prejuicios y, asimismo, de la
forma en que éstos afectan a su comportamiento y planificación del trabajo en
el aula. Es, además, un decisivo recurso para analizar cómo influyen en el
desarrollo del trabajo escolar y del propio pensamiento del profesor los
posibles estímulos o coacciones externas: de la administración (mediante la
legislación vigente, la labor de los inspectores, etc.), de los padres, de las
editoriales, de los diferentes grupos de presión política, …
En el diario escolar se
recoge lo que sucede en el aula desde el punto de vista de un personaje clave:
el profesor. En aquél se describen los acontecimientos, incidentes y sucesos
significativos de la vida diaria en la clase; no sólo de las cosas que
plantearon problemas y salieron mal sino también aquellas actividades que puede
considerarse que alcanzaron el éxito.
Sin embargo, no será
importante únicamente la descripción de lo que sucede sino también, y muy
fundamentalmente, las interpretaciones y las impresiones del propio
profesor-observador. Para facilitar la tarea de la recogida de las anécdotas
cotidianas o extraordinarias, debemos procurar redactarlas lo más pronto
posible, cerca del momento en que ocurrieron, con el fin de evitar
deformaciones y olvidos importantes. No obstante, y dado que esto no siempre es
posible, lo que si podemos hacer es recurrir a anotar alguna o algunas
«palabras-clave» que favorezcan nuestra retención de lo sucedido y,
posteriormente, su redacción.
Es también aconsejable,
para realizar descripciones lo más verídicas y ajustadas posibles: incluir
citas textuales, describir las acciones e interacciones de los personajes
centrales con el máximo detalle posible, indicando el día, hora, y a su vez
cómo y dónde tuvieron lugar; en qué contexto, qué estaba sucediendo momentos
antes, qué otras personas u objetos fueron involucrados, qué respuestas y
reacciones tuvieron aquéllas, etc. En general, es conveniente recoger cualquier
información descriptiva que permita tanto al profesor como a cualquier otro
compañero, evaluador o investigador, comprender posteriormente ese evento.
En las descripciones de
sucesos complejos se debe procurar asimismo mantener la sucesión temporal de
los acontecimientos tal como éstos tuvieron lugar.
Es importante esforzarse
por no confundir la descripción de los sucesos con su interpretación. En primer
lugar describiremos, con palabras lo más precisas posible y utilizando una
redacción clara, lo sucedido. Seguida- mente, daremos la posible o posibles
razones del o de los porqués; es decir, interpretaremos lo acaecido.
La interpretación de la
que hablamos es algo básico en un diario escolar, ya que constituye la única forma
posible de ver las razones profundas del comportamiento del profesor ante lo
que ha ocurrido y analizar su conducta. De este modo: ¿Qué estaba pensando el
docente en esa situación?, ¿Por qué la programó así?, ¿Cuáles son las causas,
según el profesor, de ese fracaso o de ese éxito concreto que recogemos en el
diario?, ¿Cómo se podía haber previsto ese suceso?, ¿Qué deberemos hacer para
modificar o volver a crear el clima que dio origen a ese comportamiento?, etc.
Son algunas de las preguntas abiertas que podemos hacernos.
LA FOTOGRAFÍA COMO
RECURSO
Como recurso excepcional
en nuestra investigación (especialmente para favorecer la objetividad en
nuestras descripciones) se puede también alguna que otra vez recurrir a la
utilización de un magnetófono. El uso de este medio nos ayudará a recordar con
mayor exactitud conversaciones clave, frases esenciales, etc., para la compren-
sión de algunos hechos. Incluso la revisión posterior de esa cinta puede
hacernos descubrir aspectos fundamenta- les que permitan el entendimiento de
algunas situaciones que en su momento nos pasaron desapercibidas.
La fotografía es
asimismo un recurso, económicamente accesible, que nos facilita información
complementaria sobre la vida en el aula. En la medida en que el fotografiar
llegue a convertirse en una actividad normal y rutinaria evitaremos
distorsiones y «poses» que convertirían la situación en poco o nada
significativa.
En algunos momentos
determinados o en periodos de tiempo elegidos al azar podemos dedicarnos a
hacer fotografías; en blanco y negro será suficiente. Fotografías tomadas desde
ángulos diversos, unas veces dirigidas con precisión sobre alguien o algo
concreto y otras más al azar. Su revelado posterior puede ser fuente de valiosa
información. Mediante algunas fotos podremos reafirmarnos en lo que nosotros
creemos que pasó, pero cabe también la posibilidad de que surjan ante nuestros
ojos aspectos que se nos escaparon en aquel momento concreto o que nosotros
creímos ver de manera distinta.
Sin embargo, debemos
tener siempre presente que la fotografía supone congelar un fotograma de una
película, por utilizar un símil cinematográfico; hace referencia a unos
momentos antecedentes y a otros subsiguientes. Fotografiar significa recortar
el espacio y el tiempo que dan significado a una acción; supone preservar las
apariencias instantáneas, reducir a «datos» instantes de esa compleja dinámica
que caracteriza al desarrollo de la vida en el aula. Es un recurso que está en
manifiesta relación con la memoria humana, pero a diferencia de ésta las
fotografías no preservan en ellas mismas el significado; únicamente ofrecen
apariencias que será necesario contextualizar e interpretar.
Dada la finalidad
investigadora para la que utilizamos este recurso, una buena fotografía se
diferenciará de otras no tan buenas por el grado en que consigue que esa imagen
condensada estáticamente, esa visión sintética, aparezca fácil y claramente
relacionada con el ámbito en el que fue obtenida.
La fotografía de los
alumnos en acción o de los resultados de su trabajo nos posibilita reflexionar
sobre lo ocurrido: ¿Por qué esa selección de los alumnos que aparecen en las
fotos?, ¿Son los preferidos, los más guapos, los que hacían las actividades
mejor y/o más interesantes, …?, ¿Qué alumnos nunca aparecen en esas
fotografías? ¿Cuáles se repiten y por qué?, ¿Que actividades se fotografiaron y
cuáles no, en esa clase?, ¿Qué limitaciones tuvimos en la realización de las
fotos: espaciales, de iluminación, de respeto por la intimidad,…?, ¿Existía
alguna presión por parte de los alumnos para que nos fijáramos en algo o
alguien concreto?, ¿Cuál es el contexto completo del que está seleccionado ese
instante que refleja la foto?, ¿Está regida por algún prejuicio o manifiesta
subjetividad la elección del punto de mira del objetivo?, etc. Éstas serán
algunas de las preguntas que nos facilitarán una mayor comprensión de lo que
sucede en el aula.
La fotografía va a
permitir, además, la participación de los propios alumnos en la actividad
investigadora. El profesor puede recurrir a la exposición de esas fotos y pedir
que sus alumnos las interpreten. El análisis de las fotos puede animar a los
alumnos y, por supuesto, al profesor a implicarse activamente en la vida del
aula, a su comprensión, a sentirse más solidarios y a mejorar las relaciones
interpersonales. Aquéllas servirán de estimulo para liberar muchas anécdotas y
recuerdos más o menos significativos que, de otra forma, serían omitidos o
pasarían desapercibidos.
El hecho de que puedan
existir diferentes interpretaciones de lo acaecido obligará a una negociación
de los significados entre el profesor y los alumnos, hasta llegar a un acuerdo
en las explicaciones de lo que realmente sucedía y por qué; con ello ganamos en
objetividad.
El diario escolar
concebido de esta forma es un valioso instrumento de investigación para el
propio profesor que se ve impelido a reflexionar sobre su acción, a explicarla,
razonarla, cuestionarla, etc. Es, en consecuencia, un recurso esencial de cara
a hacer realidad y no un mero «slogan» la figura del «profesor como
investigador en el aula».
UNA AYUDA PARA LA
COMUNICACIÓN
El diario escolar es,
además, un decisivo instrumento para la comunicación en el seno de los equipos
de trabajo de profesores. Estos equipos a base de reuniones con cierta
regularidad, ayudados con aquel recurso, podrán mejorar la coordinación de sus
experiencias, verán facilitadas las discusiones de sus datos, conocimientos y puntos
de vista. Serán capaces de aprender unos de otros, identificando problemas
didácticos parecidos en sus aulas, discutiendo hipótesis de solución,
desarrollándolas, evaluándolas y reformulándolas cuando siga siendo necesario.
En nuestro contexto
educativo, el ambiente competitivo que nos rodea no contribuye a facilitar esta
comunicación entre los docentes. Existe una fuerte tendencia, como una especie
de ley del silencio, que hace aparentar que nadie tiene problema alguno en sus
aulas. El que un profesor reconozca, o se llegue a saber por cualquier otro
medio, que en sus clases tiene dificultades es algo que puede, es esta
situación, estigmatizarle peligrosamente para el resto de sus días.
Es necesario potenciar
un nuevo clima de confianza y colaboración mutua entre los profesores,
establecer un mínimo código ético que impida utilizar estos datos
confidenciales de los diarios y comunicaciones tanto dentro de los grupos
de trabajo, como fuera del grupo, como elemento de alguna forma sancionador
contra el profesor.
Los compañeros de
profesión y trabajo, en la medida en que también ellos pondrán de relieve sus
propios puntos débiles y fuertes, irán dejando de ser rivales o fuente de
amenaza, para pasar a verse como complemento necesario para mejoras recíprocas.
Podremos así construir
una cultura colectiva pedagógica vinculada estrechamente con la acción, a la
que todos los profesores aportan continuamente los resultados de su específica
acción práctica y reflexiva. Una cultura que devolverá la confianza a los
docentes en sus propias aptitudes, para analizar críticamente el contexto
educativo y tomar decisiones juiciosamente.
Una vez llegados a este
punto, los profesores sabrán constatar igualmente cómo muchas veces es
necesario eliminar los posibles obstáculos institucionales y políticos que
pueden impedir la innovación educativa y la solución de muchos problemas de
enseñanza-aprendizaje. Su mayor grado de conciencia como profesionales críticos
les permitirá ser más efectivos en su oposición frente a aquellos obstáculos
tendentes a la desprofesionalización y a los recortes de su autonomía.
El diario resulta un gran aliado para el maestro.
ResponderEliminarDurante el final de la etapa de prácticas en el Ciclo Formativo TAFAD, se exige un diario en el que reflejes las actividades desarrolladas durante los 3 meses de prácticas, donde se incluía la sesión, la sensación que has tenido, los objetivos que se buscan y los que finalmente se consiguen. No solo era una calificación, era una ayuda para prestar mayor atención en las clases, para buscar alternativas que mejoren el rendimiento de la clase, para lograr alcanzar los objetivos marcados y ante todo para superarse día tras día como técnico, para llegar a alcanzar un buen nivel de desenvoltura en la sala, para reflejar los errores cometidos en las clases y para aprender a mejorar a partir del error.
Con esto quiero decir que un diario es indispensable para el correcto desarrollo formativo del maestro, a la par que es una herramienta adecuada para trabajar tanto de manera individual como grupal, y así, corregir pequeños fallos que se pueden presentar en el aula, y subrayarlos para no recaer en el error de volver a fallar.