Ahora que estamos hablando en clase de escuela inclusiva, esta entrevista, aunque realizada en Argentina, nos viene de maravilla para discutir la próxima semana. Desde la 3ª pregunta al final de la entrevista explica qué es la escuela inclusiva de manera muy clara y sencilla.
Domingo 10 de noviembre de 2013 | Publicado
en edición impresa
Entrevista con
Philippe Meirieu: "La escuela ya no se ve como una institución capaz
de reencarnar el bien común"
Para el renombrado pedagogo francés, una
real educación inclusiva tiene en cuenta las diferencias individuales, y a la
vez construye un sentido de ciudadanía
"La crisis de la escuela es
sobre todo una crisis de confianza en una institución que ya no acompaña
aquello que buscamos para nuestros hijos", afirma. "No se trata de
meter a todo el mundo en la misma horma y constatar simplemente quiénes tienen
éxito y quiénes fracasan", aclara. "Una escuela inclusiva que no
retiene la confianza de los padres augura su propio rechazo", confirma.
"Si la escuela inclusiva es mediocre, va a generar esa periferia, esa
multitud de escuelas que se presentan como escuelas de excelencia",
sostiene.
Las definiciones se escuchan en
francés. Las enuncia uno de los pedagogos y filósofos más respetados de la
actualidad, el francés Philippe Meirieu. Su nombre resuena en el mundo
académico tanto como en la esfera política: Meirieu ha estado al frente de
algunas de las reformas clave de la escuela en Francia.
Lleva una vida pensando sobre la
educación. Fue maestro. Profesor de secundaria. Formador de docentes. Y hoy
enseña en la universidad francesa. Tiene una veintena de libros publicados. Frankenstein
pedagogo, Carta a un joven profesor y Por qué enseñar hoy son de sus
títulos más recorridos.
Fiel al estilo de sus textos, en la
conversación se saltea todos los datos duros y va al meollo, a la esencia casi
inasible de la educación, ese proceso delicado y siempre en riesgo. Lo capta
como pocos. Habla con total rigor sobre la escuela, pero sin ningún interés en
estadísticas, evaluaciones, rankings, porcentajes. Aire fresco.
Llegó a Buenos Aires invitado por el
Área de Educación de Flacso, entre otros, para exponer sus ideas pedagógicas.
Fue la semana pasada. Antes de su conferencia conversó con LA NACION.
-Vayamos directo al punto: hay un
lugar común hoy que dice que la educación y la escuela están en crisis. ¿Cuál
es su perspectiva?
-Lo más característico de esto que
llamamos la crisis de la educación es la emergencia de una sociedad
democrática, de una pluralidad de valores y de estrategias individuales
familiares que contradicen las instituciones colectivas. La carrera del niño en
la instancia escolar es dirigida directamente por la familia, en base a la
trayectoria individual soñada. Por otro lado, la aceleración en la renovación
del conocimiento desestabiliza muchísimo los fundamentos tradicionales de la
educación. Es muy difícil saber qué enseñar a los chicos hoy cuando el
conocimiento humano se duplica cada dos o tres meses, mientras que en el debut
del siglo XX se duplicaba cada 30 años. Pero hay que distinguir entre lo que se
llama una crisis de la educación y una crisis de la escuela.
-¿En qué sentido son distintas?
-La crisis de la educación es la
dificultad para encontrar valores comunes sobre los que se conciben las
perspectivas y los límites que le pondremos al niño. La crisis de la escuela es
la decadencia de una institución que viene perdiendo gradualmente la confianza
de la familia en términos colectivos. Antes, ingresar en la escuela era como
subirse a un avión: uno se ponía en manos del maestro, es decir, del piloto. En
cambio, hoy los padres nos metemos en la cabina y exigimos. La institución
escolar ya no se ve como una institución capaz de reencarnar el bien común. La
crisis de la escuela es sobre todo una crisis de confianza en una institución
que ya no acompaña aquello que buscamos para nuestros hijos.
-En la Argentina, el objetivo
prioritario del sistema educativo hoy es la
inclusión: el aumento del acceso a la
escolarización. ¿Es suficiente como objetivo?
-La
escuela inclusiva es una idea necesaria a la democracia.
Pero es un proyecto difícil porque contradice la tradición de la institución
escolar, que es una tradición de selección. La idea de una escuela inclusiva es
una escuela que tiene en cuenta las diferencias individuales y le aporta a cada
uno lo que necesita. Integra alumnos a pesar de la dificultad personal,
psicológica, social, que pueden tener por los accidentes de la vida y compensa
esta dificultad con un acompañamiento personal.
-Pero esta personalización, al menos en
nuestro sistema, no se da.
-Si eso no existe, es cierto que es
difícil concebir una escuela inclusiva.
Cada alumno debe ser tratado teniendo en cuenta la diferencia y al mismo
tiempo, debe ser incluido colectivamente dentro de una perspectiva global en pos
de integrar a los alumnos, de participar en grupos estructurados. La escuela
inclusiva supone articular dos derechos educativos fundamentales: el derecho a
la diferencia y el derecho a la igualdad. El derecho a la diferencia es el
derecho a ser tratado según la especificidad y el derecho a la igualdad, el
derecho de participar en lo colectivo. No se trata de meter a todo el mundo en
la misma horma y constatar simplemente quiénes tienen éxito y quiénes fracasan.
En ese caso, la inclusión será extremadamente perversa porque legitimará el
fracaso. Una escuela inclusiva que no acompaña a los alumnos corre el riesgo de
producir resentimiento social porque la idea implícita es que te dieron la
chance y no la tomaste. Al mismo tiempo, la escuela inclusiva tiene como
objetivo que todo el mundo acceda a un nivel de saber que le permita ejercer su
ciudadanía.
-Es decir que una educación inclusiva
implica también que todos esos ingresantes salgan exitosamente del sistema en
tiempo y forma. Uno de sus conceptos es que no alcanza con la democratización
del acceso, sino que es necesaria la democratización del éxito.
-Es fundamental que todos los países
que abrazan la escuela inclusiva
no sólo democraticen el acceso sino también el éxito, es decir, el egreso en
las mejores condiciones para todos. Eso no quiere decir que todos los alumnos
sean tratados igualmente, sino que sean acompañados en su desigualdad.
-¿Qué lugar encuentra el mérito del
alumno en esta concepción?
-El mérito reside en su trabajo y, en
la medida en que trabaje, es reconocido.
-¿Y el mérito en el sentido
tradicional, que identifica aquel al que le va bien con aquel que tiene mayor
mérito?
-La escuela tradicional, la francesa
por ejemplo, es una escuela que tiende a reemplazar la transmisión de la
desigualdad de privilegios por el mérito de cada uno. Allí donde la sociedad
tradicional pensaba que eran los herederos los que tendrían éxito, en la
escuela republicana el éxito es para los alumnos que trabajan. Pero hace ya más
de cincuenta años que la sociología crítica demostró que esto no es más que una
ilusión, que el mérito es una manera de la sociedad de disfrazar las
desigualdades sociales. El problema número uno de una institución escolar es
crear, cuando sea necesario, las condiciones -materiales, intelectuales,
pedagógicas- para que el alumno trabaje. Nadie puede reemplazar al alumno en su
trabajo. Cada alumno es incentivado para dar lo mejor de sí mismo, pero no
todos lo van a hacer.
-¿Alcanza con las instituciones
escolares para operar a favor del trabajo del alumno? Pienso en un alumno
vulnerable con problemas materiales, que come mal. La escuela difícilmente
pueda suplir todas estos déficits.
-La escuela puede reaccionar de
distintas maneras frente al alumno que no trabaja: por la exclusión, por la sanción,
por el aumento de la presión o tratando de entender por qué el alumno no
trabaja y luego crear las condiciones para que finalmente lo haga. Eso es la escuela inclusiva. Los chicos logran
focalizarse en muchísimas tareas. La verdadera cuestión, una cuestión
pedagógica, es qué es lo que hace que el trabajo escolar no sea atractivo para
los niños. Yo creo que hay una suerte de devaluación del esfuerzo de pensar.
Para el niño y el adolescente, el acceso al pensamiento es una ocasión de
sufrimiento. La cuestión clave es rehabilitar el placer de aprender, es decir,
permitir al niño que comprenda que puede encontrar un verdadero placer en el
trabajo intelectual y escolar. El trabajo escolar debe ser presentado como una
ocasión de enriquecimiento, de búsqueda personal y no simplemente como una
sucesión de pruebas técnicas que debe enfrentar para seguir una carrera que le
permita acceder al diploma.
-¿Nos tenemos que olvidar de que en
un aula hay mejores estudiantes que otros, que hay mejores y peores?
-Siempre hay alumnos que trabajan más
y alumnos que trabajan menos, algunos tienen éxito en una materia, otros en
otra; unos que tienen éxito con ciertos métodos, otros con otros. La cuestión
del éxito no se puede tratar de manera global. En el éxito escolar hay evidentemente
algo de esfuerzo personal, pero también está la responsabilidad del educador y
del adulto, que debe inspirar confianza en el alumno para que éste se sienta
capaz de aprender. Esta representación de alumnos buenos y malos.
-Al menos los padres queremos que
nuestros hijos sean buenos estudiantes.
-Sí, y tienen razón. Pero en la
representación de los padres, el buen resultado de ciertos alumnos implica que
otros alumnos tengan peores resultados. La primera pregunta que todos los
padres les hacemos a nuestros hijos es: "¿Qué nota te sacaste?". Y la
segunda es: "¿Y tus compañeros, qué notas?" Si los otros también
tuvieron buenas notas, los padres empiezan a sospechar de la institución
escolar, de la demagogia del maestro, porque en la representación de la
institución escolar de antes de la democratización, una escuela tiene valor
cuando existen resultados negativos. En realidad no es necesario el fracaso de
unos para justificar el éxito de otros. No es una cuestión de que unos tengan
el mérito de tener éxito. Todos pueden tener éxito. Nadie está condenado.
-Sin embargo, hay algunos alumnos con
mejor performance que otros.
-El objetivo de la escuela inclusiva
es que todos los alumnos tengan éxito, es decir que todos accedan a una forma
de excelencia, que no será la misma para todos los alumnos. La cuestión es que
se acceda a una forma de excelencia en torno a cierta cantidad de saberes
fundamentales que suponen el ejercicio de la ciudadanía.
-La idea es que todos alcancen un
piso importante de saberes, aptitudes y valores y pueda haber alumnos mejores
en un área u otra.
-Sí, porque el principio de la
escuela inclusiva en la sociedad democrática es que hay un saber básico que
supone adquirir el conocimiento, que implica el conocimiento, el comportamiento
y los valores, y que este conocimiento de base debe ser compartido. Y en ese
sentido es necesario que haya una relativa diferenciación en los modos de
acceder a este saber. Pero lo importante es que no es necesario practicar una
suerte de nivelación por debajo. Se trata de garantizar que cada uno
interiorice cierto número de principios que son estructurantes del acceso al
pensamiento, o al acceso de bases democráticas y que pueda concretarlos a
través de intercambios de conocimiento particular en el ejercicio profesional.
-¿Esto es la llamada "pedagogía
diferenciada" que está en la base de su trabajo?
-Sí. Pero creo que la
individualización debe ser compensada por la construcción de lo colectivo. La
escuela también es el aprendizaje y construcción de lo colectivo, y tiene que
imaginar los rituales, las actividades, los encuentros, de imaginar el tipo de
colaboración.
-Detrás de todas estas ideas, está
una noción clave de "educabilidad", de que toda persona puede
aprender, que usted ha desarrollado.
-Toda persona, incluso las más
accidentadas en su vida, aquellas cuyo cerebro ha dejado de funcionar en parte,
puede aprender. La pedagogía ha progresado y cada vez que los pedagogos tratan
a esos otros que son reputados como ineducables, es necesario inventar un
método que termina beneficiando a todos, incluso a los fácilmente educables.
Ésa es la razón por la cual democracia debe apostar a la educación de los
ineducables: los padres no deben creer que eso se hará en detrimento de sus
hijos porque es exactamente al revés. Por eso una democracia que consagra
recursos para el éxito de los menos favorecidos no lo hace en detrimento del
otro.
-Un sistema educativo inclusivo,
¿puede contener escuelas secundarias con sistemas de ingreso con cupo y examen?
-En la
escuela inclusiva no hay que tener una condición previa,
precisamente porque su principio dice que toda dificultad va a beneficiar a
todos.
-Hay una polémica aquí que alcanza a
escuelas secundarias públicas con examen de ingreso. ¿Es contradictoria esa selección
con un sistema inclusivo?
-Si la
escuela inclusiva tiene excelencia, todos los alumnos la
tienen. Si la escuela inclusiva es mediocre, va a generar esa periferia, esa
multitud de escuelas que se presentan como escuelas de excelencia.
-¿Pero no sería un sistema más
respetuoso de la libertad individual aquel sistema que pueda aceptar escuelas
de excelencia con examen?
-Primero, no culpemos a los padres
por poner a los niños en escuelas que creen de excelencia. El problema es otro:
que esta escuela inclusiva no esté nivelando por debajo en su intento por
aceptar a todos. Una escuela inclusiva que no retiene la confianza de los
padres augura su propio rechazo. Se vuelve incapaz de atraer a los alumnos. Es
evidente que si la escuela inclusiva implica un porcentaje demasiado importante
de alumnos con muchas dificultades.
-Como sucede en la Argentina con la
escuela pública, inclusiva.
-Una cuestión central para la escuela inclusiva es el equilibrio en relación a la
cantidad de alumnos con grandes dificultades, porque si el porcentaje es muy
alto, nos arriesgamos a tener una escuela extremadamente problemática. La
escuela pública inclusiva tiene la obligación de ser equilibrada. Si la escuela
inclusiva es la escuela para los pobres, apartada de las buenas escuelas que
son selectivas, quiere decir entonces la democracia y el sistema educativo
fallaron.
Lo que más me ha llamado la atención de esta entrevista y que creo que nosotros, como futuros maestros, debemos comprender, es la siguiente frase mencionada por el pedagogo y filósofo francés Philippe Meirieu:
ResponderEliminar"La escuela inclusiva supone articular dos derechos educativos fundamentales: el derecho a la diferencia y el derecho a la igualdad."
Muchos, al reflexionar sobre la escuela inclusiva, se le viene a la cabeza la idea de igualdad. Única y exclusivamente. Pero debemos ser conscientes de que, como bien decían los alumnos de la escuela de Barbiana en el libro Carta a una maestra,
no hay nada tan injusto como tratar igual a quienes son desiguales.
Estoy de acuerdo con Lucía en que es necesario comprender que todos somos iguales en nuestra diferencia. Pero también, y cómo insiste por dos veces el autor, el objetivo de la escuela inclusiva es que todos los alumnos accedan a un nivel de saber que les permita ejercer su ciudadanía. ¿Qué significa ejercer la ciudadanía? Para mí, no solamnete saber convivir asumiendo las diferencias, sino adquirir un pensamiento crítico.
ResponderEliminarPor la necesidad de la escuela de crear ciudadanos activos destaco otra reflexión interesante del texto: “rehabilitar el placer del niño por aprender”. Para mí, el objetivo principal de un maestro de primaria no debe ser que sus alumnos adquieran conocimientos, sino motivarle para que les guste aprender. Que disfruten del conocimiento e interioricen una formación constante a lo largo de la vida para ser personas que ejerzan su ciudadania de forma activa.
Dice así que el trabajo escolar debe ser presentado como una ocasión de enriquecimiento y no simplemente como una sucesión de pruebas técnicas. Desde mi punto de vista, este aspecto es una de las claves en el éxito/fracaso escolar. Dice que el esfuerzo personal del alumno es importante, pero también la responsabilidad del educador que debe inspirar confianza para que el alumno se sienta capaz de aprender. Los profesores cuyos alumnos suspenden deberían de preocuparse y preguntarse si quizás no están haciendo bien su trabajo.
Creo que la escuela inclusiva, la escuela co-educativa, la multiculturalidad, el fracaso escolar... son temas que vienen a tratar la misma problemática: la trasnmisión de valores civícos y metodologías que favorezcan, tanto la igualdad de las personas, como su máximo desarrollo personal. Los niños de hoy son la sociedad del mañana.