03.10.13 - 00:11 - AZAHARA VILLACORTA | OVIEDO.
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«Muchas veces, padres y madres no estamos preparados para ayudarlos, y no
tenemos tiempo o dinero para pagar una academia»
Las familias acusan a los centros de «sobrecargar» a los niños
Concertada y pública, docentes y familias: todos respaldan, sin ambages, la
medida adoptada por el Colegio de La Inmaculada -el centro que regentan los
jesuitas en Gijón- de suprimir los deberes para el alumnado de Primaria
alegando que, con el trabajo que realizan en clase, basta, y que no hay porqué
condenarlos a jornadas maratonianas. Incluso los más críticos con la red
concertada, como el presidente de la Confederación Asturiana de Madres y Padres
de Alumnos y Alumnas de Centros Públicos (COAPA), Faustino Sabio. «Algo tenía
que hacer bien el clero», ironiza, antes de zanjar: «Estudiar es tan importante
como tener tiempo para jugar con otros niños, socializar. Si los machacamos con
tareas por la mañana y por la tarde, les estamos robando la infancia».
El debate que ha prendido ya en distintos países europeos con posturas encontradas
ha llegado también con fuerza a los centros educativos asturianos. Y, de hecho,
tanto la Confederación estatal como la Federación de Asociaciones 'Miguel
Virgós', tras «recibir habitualmente quejas de las familias por las tareas que
el profesorado encarga diariamente a los menores», han remitido una circular a
los colegios en la que denuncian la «sobrecarga de deberes escolares en casa»,
lo que, dicen, «representa, en gran medida, un fracaso del sistema educativo».
Pero no sólo eso. Es que, además, abundan, los deberes «provocan
desigualdades sociales», ya que, «mientras que unos padres y madres recurren a
clases particulares o academias, otros muchos no tienen ni tiempo ni el nivel
educativo o el dinero» para proporcionarles esos apoyos. Por no hablar de que,
además de «crear tensiones entre padres e hijos, «muchas veces, esos trabajos
cuentan en las calificaciones» finales.
También José Vicente Peña, catedrático de Educación de la Universidad de
Oviedo, defiende que «no se puede trasladar el problema a las familias» y que
«no tiene sentido que un niño que se levanta a las siete y media para ir al
colegio llegue a las seis a casa para ponerse a hacer deberes».
Esas jornadas laborales extenuantes son también uno de los argumentos que
utiliza Juana Llana, portavoz de las Asociaciones de Centros Públicos de Gijón
(Fapas-Xixón): «Alucino cuando oigo que un niño tiene ballet, chino y deportes
en los que, además, se fomenta la competitividad como actividades
extraescolares y, al llegar a casa, todavía más tareas. Los tenemos súper
ocupados y nos olvidamos de estar con ellos».
Con esas razones sobre la mesa, el único que introduce un matiz a tanta
unanimidad es el portavoz de las familias de la concertada (CONCAPA), José
Manuel Martínez, que, aunque sostiene que «un volumen excesivo de tareas no
puede ser bueno», también aboga porque «se introduzcan una serie de
obligaciones que contribuyan a crear hábitos de trabajo» entre los más
pequeños.
Y si la presidenta de la Junta de Personal Docente, Beatriz Quirós, pone el
acento en «el excelente resultado que dan los programas de apoyo para los
alumnos con dificultades, esos que con los recortes están desapareciendo»,
Carlos Robla, al frente de la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza
(FERE), sentencia: «Si los jesuitas los eliminan, seguro que tienen un motivo
muy interesante detrás».
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